Los habitantes de Bosque Mágico siguen cada relato con la atención que sólo saben prestar niñas y niños y los seres mágicos de la vida. Ellos han aprendido a escuchar y a no dejar escapar el instante, ese en que lo imperecedero se atrapa justo en un pedacito de tiempo, porque si no, se escapa y ¡ya!
Generalmente, prefieren reunirse a narrar historia y leyendas a la hora de la caída del sol, casi cuando van a descansar todos y cada uno de ellos. Pero, si Búho sabio les llama en algún momento, dejan lo que tengan que hacer y corren presurosos a escuchar y aprender.
Esto fue lo que sucedió aquella tarde de jueves. Nadie había llegado hasta ellos presa de un llanto pleno de lamentos.
-¿Qué sucede, Oruga Koteleta? Preguntó Mono José, siempre tan curioso y con la mirada triste ante tantas lágrimas.
-Lloro- dijo-, porque mi rostro es horrible. Acabo de verme por primera vez en una gota de rocío que aprisionó aquella hoja grande y verde.
-Pero no es razón para llorar así. Siempre sonreías entre nosotros y nadie ha notado jamás tu fealdad ni que sea tu rostro tan horrible como dices.
Los demás animales se habían ido presurosos y callados, hasta que Jirafa Ramona intervino.
-Pero, aún así. ¿No recuerdas qué pasó con Patito feo? Tú puedes ser bella entre los que te amamos y…
Oruga no la dejó terminar:
-No quiero consuelo, no quiero compasión. No soporto sentirme humillada así. Déjenme sola para esconderme y morir.
Y cuando las demás criaturas intentaron impedir a Oruga Koteleta su encierro, Búho sabio intervino con firmeza:
-Déjenla. Nadie puede llorar su duelo. Sólo sabrá que estamos aquí afuera por si nos necesita.
Por primera vez, los habitantes de Bosque Mágico dudaron del gran >Maestro, que siempre aconsejaba con sabiduría y aunque nadie se atrevió a discrepar por respeto, miraban de soslayo el sitio donde la oruga se había guarecido.
Y pasó el tiempo y las criaturas andaban tristes y desconfiadas ante la mirada ceñuda de Búho Sabio. Fueron días difíciles de la convivencia que supieron soportar a pesar de todo; porque siempre después de grandes experiencias llegan grandes enseñanzas.
Un día, ¡ah, ese día mágico!, el bosque se llenó de luz y esperanzas. El escondite de Oruga Koteleta comenzó a moverse como si cobrara vida extraordinaria y algo así como un capullo de muchos colores empezó a abrirse poco a poco, como se explaya el arco iris o la luz transparente y policromática de la lluvia que cae.
Poco a poco, entre lo eterno, lento y profundo de un proceso que sólo puede explicar la magia de los tiempos, salió de aquel capullo Mariposa Koteleta, con un movimiento de alas diáfanas y preciosas que dejó boquiabiertos a todos los habitantes del lugar, todos comprendieron un poco más acerca de la conmoción que provoca el virtuosismo de las transformaciones de los mundos.
De la Historia de un Rosal
Mono José y jirafa Ramona se ocupan de alimentar a los habitantes del Bosque Mágico. Hay que ver cómo una y otro se ayudan a recoger semillas y frutos que luego comparten con tal equidad que nadie puede sentirse relegado jamás.
Gato un tal Ñico y Rana Lizandra realizan muchas otras tareas, ya sea regar las flores o sembrar el huerto y esto, sin olvidarse de guardar otros alimentos que comparten como hermanos buenos y nobles, sin que haya pelea.
Todos tienen deberes, pero hay uno en especial, cuya labor admiran con singular respeto. Se trata de Búho Sabio. Anciano y ceñudo anda por Bosque Mágico con la hidalguía y prestancia con que suelen avanzar aquellos a quienes adorna la sabiduría.
A veces, Búho Sabio encomienda tareas reportiles a Tortuga Sahily, como aquella vez que le pidió investigar para todos los habitantes acerca de lo que ocurría en un maravilloso rosal que existía, y aún existe, cerca del Lago Dorado que está al final del camino de los muérdanos.
Para Tortuga Sahily no hubo misión más importante en su vida que esta y de inmediato se fue a conocer la realidad y a escribir aquello que siempre mencionó en sus conversaciones como la historia del rosal…
Llegó muy temprano, casi amanecía y unos débiles rayos de sol inundaban el sitio, donde las florecillas silvestres le dieron la bienvenida. Fueron ellas las que, al conocer su propósito, la condujeron hasta donde estaban las rosas.
Tortuga Sahily las contempló extasiada una a una y comprendió esa gran verdad: las rosas son un milagro de la tierra. Las vio preciosas, acabadas de levantarse y entonces se acercó a las blancas.
¿Puedo comenzar con ustedes esta historia? Preguntó.
No nosotras no podemos ser las primeras- respondieron estas.
¿Por qué? No entiendo. Ustedes son como ellas.
No- interrumpieron las rosas blancas-. Ellas son nuestras hermanas mayores y deben ser las que comiencen esta conversación.
Aunque Tortuga Sahily no comprendió lo que le decían aquellas bellas rosas blancas, decidió dirigirse a las rojas, tal y como aquellas le indicaban. Las sorprendió en el momento que peinaban sus pétalos ante cálidos rayos del astro rey y notó en medio de su intenso color que una especie de rubor las invadía.
Muy bien- interpeló Tortuga Sahily- ¿pueden decirme qué significa su color?
-Pues claro- expresaron como en un grito- : somos la pasión, la vida misma, como la sangre que corre por las venas de los seres vivientes! Eso somos. Si regala un ramo de nosotras a alguien le esteré dando eso, su propia vida.
Luego de dar las gracias, Tortuga Shaily se volvió hacia las rosas amarillas que, prudentemente, se habían ido acercando.
-Y ustedes ¿Qué simbolizan?- inquirió.
-Nosotras representamos muchos de los sentimientos nobles de la vida- dijeron de inmediato-.Aunque algunos consideran el color amarillo como desidia o banalidad, ello es totalmente falso.
Somos constancia, paciencia, perseverancia y lealtad eterna. Eso simbolizamos las rosas amarillas.
Tortuga Sahily las observó emocionada y volvió su mirada, finalmente, hacia las rosas blancas.- Y ustedes, ¿Cuál es el sello de su existencia?
-La pureza- explicaron en voz muy queda-. Regale una sola de nosotras y estará dando lo más limpio de su alma. Eso somos, el lado más noble de la existencia.
Ya casi terminaba la Tortuga Sahily su historia. Pero un sonido similar a los valses de Johan Strauss le hizo volver la vista hacia los ramos de violetas que jugueteaban con la brisa matutina.
No la dejaron siquiera preguntar.-Nosotras somos la alegría. Si alguien enferma de tristeza, somos el mejor antídoto. Un ramito de nosotras en un simple caso transparente, servirá para devolver los deseos de vivir para siempre.
Y con la misma armonía de las bellas notas, se fueron alejando, acariciadas por otro golpe travieso del aire de la mañana.
Ahora sí creía haber concluido su historia la novel reportera.
Las observó a todas, sonrió despacio, como era su estilo y volvió la espalda con un adiós amable y dulce.
Pero sólo entonces las recordó. A sus pies, un suave cosquilleo le hizo volver la vista hacia abajo. Eran las mismas florecillas silvestres que le habían dado la bienvenida a su llegada y que ahora la despedían con ternura.
Decidió esgrimir una mentira blanca: -No me iba sin antes conversar con ustedes -claro…
-No no hace falta- interrumpieron de inmediato. Ni tiene por qué preocuparse. Nosotras somos las florecillas silvestres que nacemos por doquier, a todo lo largo y ancho del camino. Ese es nuestro destino y somos felices de dar afecto a quienes nos miran. De todos modos, siempre vamos a estar aquí para saludarle y darle la bienvenida al amanecer de todos los tiempos.
Tortuga Sahily bajó conmovida su cabeza.
-Sí tiene razón, ya me iba sin despedirme. Pero créanme que nunca dejaré de recordarlas y de añorar, para los seres del Bosque Mágico y para mí, que existan flores silvestres a todo lo largo y ancho de nuestros caminos.
Cuando Totuga Sahily habló a todos sobre la historia del rosal, cada uno de los personajes del bosque volvió su mirada a la tierra donde cientos de florecillas bajaron con sencillez sus pequeñas corolas.